jueves, 18 de junio de 2015

El cuerpo en la psicologia: sustitución y colonización


Por Miguel Angel Pichardo Reyes
AlterSoma

La episteme científica es tributaria de los dispositivos sociotécnicos de disciplinamiento del cuerpo sexuado, así como heredero del paradigma antropológico de desprecio del cuerpo, la materia y la mujer. La razón científica, hay que decirlo, es el artífice técnico de la razón patriarcal. Ésta es una razón fálico-esquizoide, la cúpula entre el poder y el conocimiento. Antaño la técnica se encontraba sometida a la razón política, especialmente como una técnica de uso militar utilizada para el control, la planificación, la dominación y la manipulación. Sin embargo ahora, en este mundo globalizado, pareciera que la razón tecnocientífica no es más un subordinado de la razón política, sino que ésta se ha constituido como el modo hegemónico desde el cual opera el capitalismo global. La razón tecnocientífica ahora es la razón política.

Como sus principios epistemológicos lo presumen, la ciencia es epistemológicamente objetiva, éticamente aséptica, políticamente indiferente y socialmente irrelevante. Y sin embargo, bajo estas premisas la ciencia es un poder aparentemente impersonal y omnipotente. Por esto mismo se encuentra por encima de la política, la ética y la comunidad. Se ha transformado en una entidad metafísica, virtual, que sólo rinde tributo a la lógica de la oferta y la demanda del marcado.

Cuando nos acercamos a la ciencia en su expresión localizada y en particular a la psicología, que es donde me interesa enmarcar este análisis, podemos situarnos en las vitrinas donde se expone la particular episteme psicológica: revistas, congresos, consultorios, laboratorios, universidades, institutos, grupos, etc. Las operaciones de la psicología tratan de cubrir, en la medida de lo posible con su destino manifiesto: objetividad, asepsia, indiferencia e irrelevancia. Las prácticas locales de la psicología clínica, laboral, social, política, educativa, comunitaria, de la salud, experimental, fisiológica, terapéutica, etc., son quimeras frente a un mundo desolado.

A la psicología no le interesa el individuo o la persona, sino su “esencia”, el comportamiento, la cognición, el inconsciente, la emoción, los neurotransmisores, el sistema, y hasta el “alma”. La psicología es indiferente al sujeto materialmente sentiente, situado históricamente y localizado geopolíticamente, sexuado y producido. La psicología no tiene mucho que decir con respecto a este sujeto de carne y hueso. Aun más, es posible que esta psicología lleve a cabo dos movimientos ideológicos: 1) mistificar al sujeto, idealizándolo, descarnándolo, sustituyéndolo por un criterio o un funcionamiento, y 2) descuartizar al sujeto, sometiéndolo, analizándolo, torturándolo para extraerle la respuesta planteada en la pregunta de investigación. Nos encontramos con el sujeto de la psicología científica: el sujeto mistificado y el sujeto colonizado. El primero es sustituido por el discurso (el caso de las psicologías no-científicas), el segundo es torturado (el caso de las psicologías científicas).

Las psicologías idealistas y dualistas (psicoanálisis, humanismo, sistémicas), así como las psicologías materialistas y reduccionistas (conductismo, experimental), asumen de una forma muy particular su relación con el sujeto corporal políticamente sexuado; las primeras por sustitución y las segundas por tortura. La sustitución es una forma de negación de la corporalidad, un intento de expropiación de la materialidad sintiente políticamente sexuada. Esta materialidad sintiente escapa al análisis, pues esa materialidad revela la marca de su origen evolutivo que se rebela ante los intentos de “humanización” espiritualizada o idealizada del ser humano, encubriendo su animalidad mamífera, únicamente asumiendo el psiquismo desmaterializado.

Así tenemos al sujeto sin más, desprovisto de su tridimensional opacidad corpórea. Esta producción del sujeto es la de un sujeto sin sujeto, un puro discurso, un etéreo significante para otro significante, un esquema en la pizarra, una formula que plantea al sujeto barrado sin referencia con cualquier sujeto empírico. El sujeto se encuentra más allá del cuerpo, es sólo la voz o el silencio que escapa del cuerpo, un inconsciente entretejido de metonimias y metáforas, solo producible en el habla, la palabra, el parloteo, la escansión y la interpretación.

Pero es susceptible de ser sustituido por un humanismo que enarbola una supuesta humanidad, esa esencia que nos hace únicos e irrepetibles, elevándonos a una dignidad jerárquica que nos coloca en la cima de la evolución, o en el centro de la historia. De acuerdo con esta visión, la utilización de la palabra “humanidad” o “persona” supone una visión que hace énfasis en nuestra naturaleza psíquica, anímica y espiritual, podrían decir: somos espíritu. ¿Pero realmente cambió algo la sustitución de las palabras “sujeto” e “inconsciente” por las de “humano”, “persona”, “espíritu”? ¿No se trata de significantes que hacen referencia a una realidad más acá del lenguaje?

El psiconálisis como el humanismo y el personalismo, son tributarios de la antropología judeocristiana por vía directa. Es posible aún encontrar rastros, sino es que proposiciones abiertamente teológicas disfrazadas de filosofía, metapsicología y humanismo. Quizás nos encontremos frente a una psicoteología judeocristiana moderna.

En el caso de la psicología científica nos encontramos con la tortura. Mientras que las psicologías teológicas (psicoanálisis y humanismo) sustituyen la realidad material del cuerpo sintiente, las psicologías científicas matan el cuerpo para desentrañar sus secretos a través de la disección, la observación microscópica, los injertos, la parálisis, los sedantes, y todo aquello que genere una reacción en el organismo susceptible de ser medida, cuantificada, grabada y registrada.


La psicología científica somete al cuerpo por vía directa de la experimentación, la observación, el examen, la auscultación, la entrevista y el interrogatorio. Se organiza en torno a una pulsión de dominio que penetra, analiza, disecciona y colonializa: descuartiza. Estamos hablando de una tortura del cuerpo para que éste a su vez nos revele sus más recónditos secretos. Una vez realizado dicha operación, es posible predecir, disciplinar, controlar y domesticar, y por lo tanto, producir, explotar, vender y ganar.

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