Por Miguel Angel Pichardo Reyes*
AlterSoma
La cuestión en torno al sujeto nos lleva a
plantearlo desde una filosofía política del sujeto, una desconstrucción crítica
sobre sus orígenes estructurales en el marco del patriarcado. Plantear una
metafísica del sujeto queda totalmente fuera de esta labor crítica, sino es que
esta metafísica es el objetivo de nuestra crítica. El sujeto, su constitución
política, es sobre lo que puede versar una teoría del sujeto. Su genealogía,
los mecanismo por los cuales se produce y se constituye.
La constitución del sujeto se lleva a cabo en
la dialéctica entre el organismo material sintiente y el modo simbólico de
producción. El sujeto corpóreo es un sujeto incardinado, un organismo que se
resiste a las agresiones de los modos simbólicos de producción: represión,
disciplinamiento, opresión, etc. La resistencia viene de los propios flujos
vitales que se abren camino frente a los intentos avasalladores de la
colonización simbólica.
El modo simbólico de producción del patriarcado
responde a una pulsión colonizadora, ese impulso por el cual todo organismo es
desnaturalizado a través del sometimiento de sus pulsiones vitales. El origen
de este sometimiento de las pulsiones viene de un planteamiento
metafísico-patriarcal-falogocéntrico que se sintetiza en la oposición entre la
materia y el espíritu. Y previa a esta oposición fue la invención del
“espíritu”, en tanto actividad y fuerza de una naturaleza no-material que puede
dominar la materia.
¿Pero de donde surgió la “necesidad” de tal
invención? No fue propiamente una necesidad, sino quizás una oportunidad
material de poder articular un mito que permitiera dominar a una población. Es
posible que el “espíritu” haya surgido de las experiencias místicas de
arrebatamiento, trances y posesión, adjudicándolo a una fuerza invisible que
opera sobre la materia, y en particular, sobre el cuerpo. Dominar esa fuerza
espiritual supone dominar y poseer los cuerpos de una tribu o clan. He aquí el
inicio de la política metafísica, del liderazgo basado en el poder de dominar y
someter. Será este poder metafísico el que sea el objeto del deseo de miles de
personas a lo largo de la historia, y también será por causa de este poder que
nuestra especie haya llegado a ser el más grande y peligroso depredador.
El objetivo de este poder-metafísico es el
“dominio espiritual” del cuerpo. Pero este domino “espiritual” no es
metafísico, es una performatividad del discurso que tiene su eficacia simbólica
sobre la corporalidad sintiente. No hay nada de espiritual ni de metafísico,
solo la operatividad del poder sobre los cuerpos. Lo “espiritual” no es más que
el poder material-discursivo del patriarcado-metafísico-falogocéntrico que
opera jerárquicamente sobre un campo material de dominación como lo son las
comunidades de sujetos corpóreos-incardinados.
* Psicólogo Social y Psicoterapeuta Corporal.
Este ensayo forma parte de un proyecto sobre “El sujeto corpóreo políticamente
sexuado: Wilhelm Reich, Michael Foucault y Jacques Lacan”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario